Solo hay que equilibrar los aspectos de la globalización con las necesidades de la gente
El padre Jorge Blanco Piñeros, nacido en Güicán, Boyacá (Colombia), monje de la Orden Benedictina (O.S.B.), de la congregación alemana: Santa Ottilia; ingeniero agrónomo y experto en agricultura tropical con énfasis en control biológico, y Subdelegado Nacional de las Misiones Católicas de lengua española en Alemania, considera que a pesar de la globalización que se vive actualmente no es difícil ser un misionero, siempre que se unifiquen los objetivos con las necesidades de las personas, para conseguir buenos resultados en favor de las comunidades.
Al respecto El padre Jorge considera que “somos hijos de este tiempo, por lo tanto, en este tiempo tenemos que mirar la situación y la realidad que se nos presenta. Es una realidad que tiene que ver con todos los aspectos de la globalización. Así que tenemos que empezar a cambiar actitudes y planes con la meta, de que los objetivos como misioneros sigan dando posibilidades de fruto. Entonces, no es difícil ser un misionero en este mundo globalizado, porque hay medios, porque las personas siguen teniendo necesidades; solo tenemos que equilibrar esos aspectos, tanto los medios que conforman esa globalización con las necesidades de la gente”, sentenció.
Su sueño con África
El padre Jorge recordó que su sueño tuvo inicio siendo aún un niño. “Todo comenzó por allá en mi infancia, tendría unos 7 u 8 añitos, en aquel tiempo no había mucha literatura en las casas normales del pueblo, ni televisión, ni radio, ni prensa, ni nada, pero recuerdo que para mí África era un lugar donde vivía gente necesitada. Y en aquel tiempo de mi niñez había un cura que visitaba mi familia y para mí él representaba los misioneros o las personas que trabajaban allá. Yo imaginaba que ellos vivían en casitas redondas, con techos de paja y él trabajaba en el pueblo dónde había más casitas de esas y por las noches volvía a su casita pequeñita. Desde aquellos tiempos yo soñaba con comprar una finca, un terreno inmenso donde niños y jóvenes con síndrome de Down pudieran tener la oportunidad de estar en contacto con la naturaleza y con la agricultura. Ese era mi sueño. Ya una vez culminados mis estudios de agronomía y estando aquí en Alemania en 1996, para hacer la maestría, tuve mi primer contacto con los Misioneros Benedictinos en Sauerland (entre Westfalen y Hesse, Alemania) con quienes se revivieron los deseos de ir al África. Mi intención era poner allá en práctica todos mis conocimientos en agricultura tropical, aprendiendo también de la gente y de su experiencia en la producción agrícola bajo condiciones biológicas”, describió.
Una vez que fue enviado a África, en sus primeros meses, Blanco viajó por diferentes monasterios para escoger el lugar donde se asentaría, siendo Tanzania el país escogido. Y fue justamente a través de esos recorridos donde compartió con diferentes comunidades, cuando escuchó el llamado del Señor y quiso ser sacerdote. “Tengo que decir que en uno de esos lugares que visité había un cura alemán de nuestro monasterio que trabajaba en un lugar muy remoto y un día me invitó para acompañarle a una misa, pues yo era el futuro agrónomo, el futuro jardinero de alguna comunidad de ahí. Me fui con él al lugar donde daban la misa y había mucha gente. Durante el recorrido yo no vi casas, yo no vi gente y de la nada salieron las personas, de repente nos encontramos con tanta gente, que fue muy impresionante y conmovedor. Al terminar la misa el padre se sentía indispuesto y me dijo se acabó la misa vámonos. Y yo por dentro pensé: si yo fuera cura me quedaría aquí con esta gente, trabajara, cantara y bailara. Y ahí está una parte muy importante de mi vida”, recuerda con alegría.
La pregunta decisiva
Justo antes de partir a Tanzania donde se desarrollaría el proyecto agrónomo durante los cuatro años siguientes, el padre Jorge sintió la necesidad de hacer una pregunta que cambiaría su vida. “Recuerdo que le dije a mi Abad: ya me voy mañana y le tengo una pregunta. Como voy a ir por los próximos cuatro años, no necesita contestarme ahora, piénselo en ese tiempo y me dice cuando se termine ya su trabajo y vuelva acá ¿Usted cree padre, que yo tenga madera para ser cura, para ser sacerdote”? El Abad respondió afirmativamente al cabo de los cuatro años y así Blanco inició en el año 2005 sus estudios en teología, ordenándose diácono en el 2010 y sacerdote en el año 2011.
Las metas que alcanzó en Tanzania
Desde el inicio las metas para el padre Jorge estaban claras, pero con el pasar del tiempo logró abarcar otros ámbitos. “Mi principal meta fue siempre trabajar con la gente y lo logré al 100 por ciento. Al sur del país hay una abadía grande con muchas cosas hechas por los alemanes, pensada como en Alemania, con agricultura, con escuelas, con hospitales, entre otras cosas. Yo llegué allí y estuve trabajando esos cuatro años y fue una época muy bonita, porque yo soy así un colombiano echado palante y todero. Yo aprendí swahili allá con la gente, yo trabajaba con mis africanos, los muchachos aprendieron a hacer mermelada, a cómo cultivar el maíz y muchas cosas innovadoras. Además, yo tenía contacto con unas hermanas que trabajaban con enfermos de lepra y yo, que no le tengo miedo a esas cosas, yo iba y los trataba y las hermanas me permitieron trabajar con ellos, entonces sembrábamos yuca, maíz, ajonjolí y teníamos una vida bien dinámica en ese aspecto”, relató.
Lo que marcó sus vivencias
En este sentido Blanco logró resumir en tres aspectos (cultural, laboral y religioso) lo más impactante de su experiencia, dejando entrever las dificultades culturales que enfrentan los ciudadanos de ese país. “En lo cultural una situación muy marcada es el tener un empleo, todo lo que eso significa. Tener un empleo significa que yo tengo que cuidar a mi familia con mi mujer, a la familia de mi esposa, a mi familia mis primos, mis tíos, yo tengo que pagar todas sus deudas, tengo que comprar los cuadernos de los niños, porque yo tengo trabajo, entonces al final yo no quiero tener trabajo para no tener que correr con todos esos gastos, para no tener que cargar con las deudas, con las obligaciones de los papas, de los suegros, de los tíos y los primos. Es difícil ese aspecto. En el ámbito laboral son gente muy capaces de hacer las cosas, tienen mucha fuerza física y mucho empuje. La gente que tiene allá una bicicleta es un rico. Una persona con una casa de techos de Zinc ya es lo máximo. Ellos son muy amables, yo pienso que para tener una bonita relación con ellos hay que quererlos, son muy buenos amigos, son gente de mucha tradición. En cuanto a lo religioso son personas muy creyentes. Creo que su idiosincrasia, su necesidad de tener una autoridad divina está siempre en sus vidas desde la creación del mundo, el hecho de que llegaran los misioneros en plan yo te ayudo, los misioneros le ponían a la gente el dinero ya les abrió el camino a recurrir a esas nuevas organizaciones que estaban allá, entonces también les traía lo nuevo de la divinidad, el hospital que trajeron, las escuelas que hicieron, ahí hay un trabajo que nunca tuvimos, hacemos parte de la idea de la iglesia, se volvieron parte fundamental de sus vidas. Por eso, hay comunidades muy católicas que cantan, que son increíbles, así como hay otros que continúan con sus tradiciones más ancestrales después de la misa”.
Sus raíces familiares en el camino de Dios
La familia del padre Blanco arraiga una gran tradición religiosa, desde acudir a la misa cada domingo, pedir la bendición no solo a los padres sino también entre los hermanos, hasta crear movimientos marianos en la comunidad. “En casa somos típicos boyacenses, la misa del domingo era la más importante. Mi abuela materna fue la creadora del movimiento de las Hijas de María, Los Hijos de Jesús, cada organización que tenía que ver con la vida pastoral de ese pueblo lo organizó mi abuela; entonces, en mi casa siempre había algo que tenía que ver con la iglesia. En la casa se reza el rosario, siempre nos hemos pedido la bendición entre nosotros, el más pequeño tiene que decir todos los ocho nombres, más el de papá y mamá. Yo iba siempre los domingos a la misa y cuando llegué a Alemania, viviendo solo sin la familia, me volví más cercano a Dios. Aquí leí la biblia por primera vez en alemán, recibía las llamadas de mi Abad que siempre estaba pendiente de mí, me gustaba mucho escuchar la música gregoriana y poco a poco sentía que se abrían puertas cercanas de amistad. Con todas estas cosas uno se va enamorando más de Dios. Cuando estaba en el monasterio sentí que lo que estaba pasando me hacía feliz y todo fluía y todo era bonito, la gente me sonreía, yo les ayudaba y eso me hacía cada vez más feliz. La vida en África donde todos aprendíamos, yo me dije esto es Dios y yo les puedo intentar ayudar un poco, este es el camino. Para mí siempre fue importante como agrónomo decirle a la gente vayan a la misa, pero con la barriga llena, produzcan, trabajen, y después ahí sí vayan a la Santa misa dispuestos para oír sin dolores de hambre”, recordó emocionado.
¿Cómo mantener la comunicación con Dios?
Las distintas situaciones que enfrenta la humanidad actualmente nos llevan a vivir en un mundo acelerado, trayendo muchas veces como consecuencia una lejanía espiritual. Sin embargo, el padre Jorge considera que la confianza y la sencillez son la clave para continuar en comunicación con el Señor. “Yo pienso que nosotros los cristianos no deberíamos olvidarnos de la sencillez que implica ser seguidores de Jesús. Es posible que se esté acabando el mundo, pero si tú confías, si tú dices yo estoy contigo y que se haga tu santa voluntad, caigase todo lo que sea alrededor, yo confío en que eso va a quedar en manos de Dios y es su designio y yo lo acepto. Y lo que está pasando es porque él lo quiere así y yo quiero seguir confiando en él. Lo digo, eso es sencillo, porque tú lo estás haciendo con amor. Todo lo que está pasando en este mundo a estas alturas pudiera sacarnos de casillas a todos si no tuviéramos un eje espiritual. Una comunicación espiritual con nuestro ser superior es lo que nos ayuda a que esos problemas, que tendrán que seguir pasando, dejen de ser ahora nuestra preocupación. Porque, habrá cosas que no podremos cambiar. Pero, con una bonita relación con Dios, con una comunión donde se haga todo con cariño, con amor sin necesidad de esperar algo a cambio, todo va a ser mucho más fácil”, aseguró.
La contemplación en medio del caos
En el monasterio, dice el padre Blanco, “existe una santa recién canonizada que pertenece a las hermanas de la clemencia, ella decía -tenemos que encontrar a Dios hasta debajo de las tapas de las ollas-. Cuando pensamos que nuestra vida espiritual debe estar llena de obras de santidad, se va a complicar la cosa, porque no somos santos, todo el mundo busca en su forma de vivir, en su camino, ser un poquito mejor cada vez. Hay momentos donde usted contempla su pequeñez, ser servidor de alguien, que no se puede ahorita dedicar allá las horas enteras ante el sagrario, eso sí es cierto, pero se puede hacer contemplación en la vida diaria”, describió.
La orden de San Benito de Nursia
La orden de San Benito de Nursia Ordo Sancti Benedicti es una orden religiosa de la Iglesia católica dedicada a la contemplación, fundada en Italia por Benito de Nursia en el año 529, con el fin de establecer monasterios autosuficientes. Benito de Nursia escribió una regla para sus monjes de la abadía de Montecassino conocida como la Santa Regla en el siglo VI: “Ora et labora”. Este santo fue canonizado en el año 1220 por Honorio III y es reconocido como Patrono de Europa por sus aportes a la evangelización.
¿Y cómo ha logrado esta regla estar vigente hasta hoy en día? Ante esta interrogante el padre Jorge recordó lo que “se dice en el argot teológico: -que el viento y la brisa del espíritu santo vienen de donde menos te imaginas-, entonces eso ha estado pasando con el movimiento benedictino, y el gran papel que juega ahí lo que para san Benito siempre fue importante, vive en la comunidad, trabaja en la comunidad y ora en la comunidad. Eso se llama Ora et Labora. Esto tiene que ver con la naturaleza humana, siempre se está en la búsqueda de un ser superior y eso ha hecho que se mantenga la regla, porque siempre existirá el que necesita manifestarse espiritualmente y el que busca manifestarse con su trabajo”, relató.
Oración y trabajo.
En opinión del padre Jorge, todos podemos cumplir fácilmente con lo que se nos ha encargado desde el momento del bautizo, manteniendo una comunicación espiritual desde la primera hora en que empieza el día. “Yo hice los votos y me dijeron -su trabajo es rezar cinco veces al día en comunidad-. Segundo, si no soy monje; yo estoy cumpliendo lo que dijeron en el bautismo -tu eres profeta, rey y sacerdote- si mantienes en tu vida momentos de oración o tu trabajo se hace en oración, pues estás cumpliendo con el trabajo que te fue pedido en el bautismo. Ahora, creo que si todo lo que haces, desde el primer momento en que te levantaste, lo pones en manos de Dios estás ya orando mientras estás viviendo tu vida laboral, tu vida familiar, tu vida personal. Yo siempre pienso que todo ser humano, toda situación en el mundo por más desastrosa que sea hay alguna chispa de bien y alguna chispa de esperanza y yo confío en eso. Yo no pienso en que nos vamos a acabar con una guerra entre hermanos, entre seres humanos. Algunos señores de esos, que toman las decisiones, van a tener la posibilidad de cambiar de opinión. Lo que quiero decir es que ese evangelio, que nosotros conocemos y defendemos, haciendo el bien, compartiendo con la gente, siendo un poco Jesús, siendo un poco María, esto se puede hacer siempre y es cuando tú te acerques más a Jesús. No se trata de que como creemos en Jesús, significa que no hay guerras, no. Se trata de que tu cercanía con Jesús te produzca la paz que necesitas para soportar todas esas dificultades que hay en tu vecindario, en el mundo. Y que haya problemas no le quita nada de fundamento a la misión que tiene Jesús en nuestros corazones, en nuestras vidas, que nosotros vivamos confiando en él. Ahí está el evangelio en esa confianza, el evangelio no pierde actualidad a pesar de las dificultades”.
Ya para finalizar, el padre Jorge Blanco ha querido dejar su mensaje para todos los lectores de Carta a los Padres: “Yo le pido a Dios que me ayude a ser buena gente, esto significa, que yo escuche a la gente, que yo comparta sus sueños, sus dificultades, que me convierta en un ser cercano, un ser familiar, alguien que les muestre que aunque la vida es difícil, nuestra tarea es ser feliz. Yo intento hacerlo y vivirlo en mi fe”.
El padre Jorge Blanco preside la eucaristía en español todos los domingos (excepto el primero de cada mes que no hay misa en español) en la iglesia St. Suitbertus, Annenstraße 14, 44137 Dortmund (NRW).
Nardi Guerrero
Periodista.-