El Consejo Pastoral es una de las pocas realidades dentro de la Iglesia, en las que los fieles cristianos podemos votar. Su origen en el tiempo viene del Concilio Vaticano II. Sus raíces son mucho más antiguas y profundas: El Bautismo y la Confirmación, sacramentos por los que formamos parte del Pueblo de Dios y participamos, incorporados a Cristo, en su misión salvadora y liberadora.
Podemos decir que los consejos pastorales están viviendo todavía en la niñez. aunque hayan nacido a impulsos del Vaticano II allá por los años 60, necesitan todavía mucha atención y cuidados por parte de todos.
Hay que cuidar mucho su aspecto democrático. El Consejo ha de ser elegido, dando oportunidad a todos los feligreses de la Parroquia a participar en su elección. Hay que evitar la impresión, que se da desgraciadamente en algunos casos, de que el Consejo está formado por los amigos del cura de siempre.
Tarea directa de los miembros del Consejo es llevar las preocupaciones concretas de la vida en general y de la comunidad cristiana en particular, para que el trabajo pastoral busque respuestas ágiles y adecuadas a las necesidades de cada momento.
Función del Consejo es desclericalizar la gestión parroquial. Esto sólo se consigue descubriendo las tareas propias del seglar y ayudando al sacerdote en las que son realmente propias de su ministerio.
Al Consejo no se pertenece para defender los intereses de un grupo determinado frente a otros posibles grupos sino para hacer presente la misión salvadora de Jesús en todas sus dimensiones en la gestión parroquial. Es bueno que cada miembro del Consejo atienda algún sector específico de las tareas parroquiales, pero sin perder nunca el sentido de la responsabilidad compartida por todo el Consejo.
Me parece sumamente importante que los miembros del Consejo no se vean obligados a ser ellos quienes realicen todas las tareas parroquiales. Su implicación directa en algunas actividades es necesaria, pero su mayor preocupación ha de consistir en apoyar las iniciativas que ya están ahí, en reflexionar con sus responsables sobre ellas, en descubrir nuevas tareas y dar nuevos impulsos, teniendo siempre como telón de fondo que se trata de una misión en conjunto con muchas aportaciones diversas de y para la comunidad.
Los Consejos de las Misiones de Lengua Española envían representantes de cada zona al Consejo Pastoral Nacional, que coordina las tareas e intenta unificar criterios de actuación.
La integración de pleno derecho de cada Consejo en los gremios diocesanos de seglares, donde no exista, habría que forzarla. Es indispensable la coordinación con los Consejos de las Comunidades Católicas de lengua extranjera dentro de la misma diócesis, la participación e integración en el Consejo Diocesano de Católicos (Katholikenrat/Diözesanrat). No se puede descuidar en este campo la conveniencia de buscarse aliados entre los miembros de estos gremios. No siempre es fácil, pues estos gremios mantienen tradicionalmente una cercanía demasiado próxima a determinados partidos políticos.
Así mismo, los Consejos de las Misiones, pueden ayudar a configurar la política municipal con su representación en los consejos de extranjeros de los Ayuntamientos.
Ánimo, el campo es grande.
Alberto Martínez Millán
Párroco Misión München