Entrevista a Monseñor Alberto Martínez Millán
La vida en el extranjero no es un paréntesis: es la vida del aquí y del ahora que está a nuestra disposición.
La complejidad de la vida interna de las misiones de lengua española tal vez pueda contribuir a poner “frescura” en la vida de la iglesia
Tras 47 años al servicio de la Comunidad Católica de Lengua Española en Múnich, Monseñor Alberto Martínez Millán ha dado el paso hacia su jubilación. Su labor en la comunidad hispanohablante deja una gran huella, pues su contribución no pierde vigencia. Ese trabajo codo a codo con el migrante deja en él una gran reflexión y mediante Carta a los Padres quiere difundirla: los que llegan “vivan su condición cristiana en el lugar donde la vida les haya colocado (…) sin refugiarse en sueños del antes o del después. La vida en el extranjero no es un paréntesis, es la parte de la vida, que aquí y ahora, está a mi disposición. La vida (…) es un don de Dios que tenemos es nuestras manos”.
Su obra
“Desde el principio la Misión Católica de Lengua Española ha sido una casa abierta a todos”. Así ha descrito Monseñor Martínez el significado de la Misión dentro de la comunidad. Con el objetivo de cohesionar las misiones entre sí, la Delegación Nacional (Nac) y el Consejo Nac. Representativo junto al Departamento de Formación “nos han ayudado a mantener una línea pastoral común, nos han servido de portavoz dentro de la iglesia alemana y ante la Conferencia Episcopal Española, han dado fuerza a nuestras reivindicaciones sociales, han contribuido de manera ejemplar a la creación de las Asociaciones de Padres de Familia que tanto éxito han tenido mediante las Clases Complementarias de Lengua Española”, expresó.
Monseñor siempre ha extendido la mano de apoyo que cada migrante necesita. ”Me pareció que no sólo había que prestarles ayuda para sobrevivir, sino también defender su derecho a la atención sanitaria, a la escolaridad de los hijos, entre otros, y puedo decir con orgullo que por este trabajo el Consejo de Católicos (Katholikenrat München) me otorgó la “Medalla del Padre Rupert Mayer” (“Pater-Rupert-Mayer-Madaille”) en 2008 y la ciudad de Múnich el premio Rayos de Esperanza (“Münchner Lichtblicke)”.
Fuera de la Misión la ayuda continuaba. Los centros de reclusión para inmigrantes están llenos de personas “que, en la mayoría de los casos, no tienen posibilidad de recibir visitas de nadie, desconectados de sus familias, sin conocimiento del idioma. Uno se puede imaginar fácilmente lo que supone, para ellos, en esta situación que alguien se acuerde de ellos” expresó Monseñor. Por eso, el Padre Martínez los tenía presente y actuaba en favor de ellos.
Su vida
Martínez Millán es el séptimo de una familia compuesta por 17 hermanos (de los cuales tres son sacerdotes) nació en 1940 en Madrid, España. Sus padres eran profundamente creyentes y religiosos. Y los recuerda con fervor: “siempre estaré agradecido a ellos, porque supieron sembrar en nosotros de una forma ejemplar lo que era fundamental en sus vidas: la fe”.
En 1964 se ordenó como sacerdote y tras varios años de trabajo pastoral en Madrid llegó a Alemania para estudiar filosofía. Pero, no es sino hasta el año 1973 que optó por dedicarse completamente al servicio pastoral de la Misión Católica de Lengua Española en Múnich, hasta el año 2019.
Sus primeros años en Alemania
Monseñor Martínez recuerda cuando llegó a la ciudad: “conocí a la ciudad de Múnich, silenciosa, ordenada, asequible, en nada parecida a la bulliciosa Madrid, aunque, es verdad, en aquellos años estaba plagada de obras por todas partes, pues se estaban construyendo los túneles para lo que sería después el U- y el S-Bahn y preparando las Olimpiadas de 1972”. Asegura, que “se vivían situaciones de precariedad en los migrantes para la época: distanciamiento familiar, abusos laborales, problemas con el subsidio por hijos (Kindergeld), reagrupación familiar, de vivienda, entre otros. El Padre comenta que “ésta cercanía a la vida concreta de los migrantes fue algo común en todas las misiones, y contribuyó a facilitar su vida y a crear una base de confianza entre la Misión y los migrantes. (…) Una ventaja sin duda de nuestra misión ha sido el poder disponer de oficinas, locales parroquiales, templo y vivienda para el clero y la comunidad de hermanas, localizables y abiertos a cualquier hora del día”, recalcó.
Su visión a futuro
Al ser preguntado sobre su opinión de cara al futuro acerca de la iglesia alemana y las Misiones respondió: “No tengo vocación de profeta. Considero necesario que todos tomemos conciencia de que vivimos en un mundo en tránsito, para nada sedentario, que exige una profunda revisión de las estructuras pastorales tradicionales. La complejidad de la vida interna de las misiones de lengua española tal vez pueda contribuir a poner ~frescura~ en la vida de la iglesia.
Siempre me he sentido miembro activo de la iglesia en Alemania y he procurado estar presente en sus gremios y organizaciones «Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer». (Lc. 17, 7-10). Yo me siento feliz con la labor que he desarrollado a lo largo de 47 años en la Misión. Mi centro de atención lo he tenido siempre puesto en la comunidad que se me encomendó, por la que me siento querido y apreciado.
Pero, la tristeza tocó su puerta tras la salida en julio 2019 de las Hermanas del Santo Ángel de la Guarda -Florencia, Justi, Teresita y Vicenta- de la MCLE en Múnich. “Religiosas al servicio de la comunidad hispana, que han sido sustituidas, hasta ahora, solo por la colaboración de un asistente pastoral a media jornada. Aunque, también debo decir que el Consejo Pastoral y la comunidad están siendo conscientes de la situación y están asumiendo responsabilidades de forma encomiable, lo que supone sin duda, un buen augurio para el futuro” puntualizó.
Labor pastoral en peligro
Monseñor nos dice que “no hemos sabido, unos y otros, encauzar la fuerza interna de las misiones de otra lengua y cultura en la vida de la iglesia diocesana en Alemania”.
La sociedad y la iglesia alemana han instrumentalizado el
fenómeno migratorio, sin tomar conciencia desde el principio, que se estaba poniendo en marcha una globalización que iba mucho más allá de los intereses industriales y monetarios, relató Martínez. Lo que considera que “esta falta de visión en la sociedad y en la iglesia local sigue contribuyendo a que las misiones católicas, después de casi 60 años, continúen siendo consideradas como una respuesta <provisional> y siempre <cuestionable> para la atención religiosa de las comunidades de otra lengua y cultura”, sentenció.
Al cierre de esta emisión de Carta a los Padres, la situación de la Misión en Múnich no ha cambiado su precariedad. Principalmente por la limitada actividad de la Misión, por falta de la designación de un sacerdote de habla hispana, porque las instalaciones podrían ser reducidas a solo un despacho, por el incumplimiento de los acuerdos pactados con Monseñor Martínez Millán; situación que deja en peligro el trabajo pastoral de tantos años, no solo de Monseñor, de las Hermanas del Santo Ángel de la Guarda, sino de una comunidad que por más de 47 años ha luchado por mantener viva la fe y la voz de los hispanohablantes.
Nardi Guerrero
Periodista.-