En memoria del Dr. Manuel Martín Pozuelo quien hizo de su vida una ayuda permanente al prójimo
La vida es una mezcla de aceite y vinagre
“Unas veces prepondera más el aceite y otras el vinagre, y hay veces que lo tragas o lo digieres”
El P. Manuel Martín Pozuelo nació en España, desde muy joven llegó a Alemania y ha partido al encuentro con el Señor a sus 87 años de edad este 26 de agosto de 2019 en la ciudad de Colonia, (Köln, Nordrhein Westfalen). Fue Doctor en Teología con licenciaturas en Letras y Teología. Inició su vida religiosa como joven Jesuita y llegó a Alemania en la década de los 60´s para continuar la obra iniciada por su predecesor el pastor Curt-Ansgar Rottlaender en la Iglesia de Santa Lucía Rath, en Frauweiler. Su personalidad abierta, con carisma y humildad le permitió entablar relaciones multiculturales y multireligiosas; su casa sirvió como hogar de acogida para una familia numerosa, que estuvo pendiente de su salud hasta su momento final. Sus últimos 58 años se los dedicó a Alemania donde vivía en permanente ayuda al prójimo.
Los “acoramborajes del destino”[1]
Pozuelo desde pequeño sintió atracción por ser ingeniero de la marina, en su natal España, pero las matemáticas se atravesaron en su carrera para poder lograr esa meta. La guerra civil española la vivió siendo un niño y también marcó su infancia, a esta guerra la describió como un trauma. Al ser preguntado por el recorrido en su vida, le dijo a Carta a los padres que “la vida es una mezcla de aceite y vinagre, unas veces prepondera más el aceite y otras el vinagre, hay veces que lo tragas o lo digieres, de ti depende como enfrentas los acoramborajes del destino”. A pesar de todo ello, Pozuelo continuó su preparación educativa y recordó con orgullo que obtuvo el Premio Extraordinario en el “examen de Estado”, ahora llamado “selectividad”; requisito indispensable para ingresar a la universidad. Una vez en la máxima casa de estudios de Madrid obtuvo la licenciatura en Filosofía y Letras. Y ahí comenzó su recorrido por los Jesuitas con dos años de noviciado en Aranjuez, aprendiendo el griego y el latín; bases lingüísticas que le servirían para su licenciatura en Teología y posteriormente su tesis doctoral en Roma.
Construyendo iglesia
Alemania pasó de ser su destino de vacaciones en verano para convertirse en su país de acogida: su segundo hogar. El alemán como idioma extranjero ya lo traía aprendido, al menos la gramática, tras sus años de secundaria. Con una maleta llena de ilusiones, como cualquier migrante, Manuel Pozuelo llegó a Colonia a buscar trabajo, tocando puertas para ver cuál se abría. En esta ciudad le fue asignada una misión en la parroquia carbonífera de Rhein-Erft-Kreis: trasladar el pueblo tras el hallazgo de carbón en su suelo. En la comunidad fue recibido con alegría y familiaridad, donde llegó a convertirse en Arcipreste de 12 parroquias alemanas durante 24 años. La consagración de la nueva iglesia en Santa Lucía Rath; una iglesia con un estilo moderno erigida como sucesora de la Iglesia de Carbón de Santa Lucía, estuvo a cargo del Obispo Auxiliar Hubert Luthe, el 8 de octubre de 1972. Luthe quedó impactado por el breve discurso de Pozuelo para la ocasión: “Mi programa como nuevo pastor de esta parroquia es hacer lo mejor posible, una simbiosis de viejo y nuevo, es decir, entre tradicional y modernidad”. Palabras que influyeron para que se asentara definitivamente en Colonia bajo la autoridad del Arzobispado y tras la aprobación del Vaticano, y así quedó vinculado a la diócesis de Colonia mediante la incardinación.
Marcando la diferencia
Además de las actividades inherentes a su cargo como Párroco y Arcipreste, Manuel también destacó en la ayuda al prójimo. Desde traducciones de documentos, pasando por la traducción simultánea entre alemán-español-alemán en los hospitales, hasta la acogida de jóvenes inmigrantes llegados desde Oriente para la reconstrucción de Europa luego de la segunda guerra mundial. En ese tiempo, Pozuelo conoció al jefe de una asociación en Colonia creada después de la guerra con los antiguos combatientes del desierto. Se trataba del señor Haupt, alemán, evangélico de religión, militar de profesión y con un gran don de gentes, quien anualmente rendía honores a los más de cinco mil combatientes alemanes caídos en Túnez. Desde ese día nació una amistad que se fortaleció con los años, al igual que una profunda admiración por la labor humanitaria que realizaba esta asociación, cuyo objetivo primordial era llevar donaciones y alimentos para los niños más pobres de esa región. No pasó mucho tiempo hasta que el Padre Pozuelo se uniera a esa misión y viviera en primera persona esa experiencia. A la hora de la muerte de Haupt, a pesar de su religión, Pozuelo presidió los actos fúnebres por propia voluntad de Haupt.
Recorriendo la vida en familia
En aquellos años, un grupo de jóvenes tunecinos de entre 19 y 22 años llegó a Alemania y le fue encargado personalmente al Padre Pozuelo. Estos jóvenes tenían muy buena formación como automecánicos y fueron contratados como mano de obra calificada para la reparación de tanques americanos. En ese grupo se encontraba Mongi Chtourou, nacido en Túnez, islámico de religión, de lengua francesa y mecánico de profesión. Como dato curioso, Pozuelo contó que Mongi no sabía conducir y que fue con su auto, el auto del Padre Manuel, que aprendió. Una vez cerrada la fábrica que los había contratado, algunos fueron reubicados y Chtourou empezó a trabajar para una empresa donde un accidente laboral lo dejó sin algunos dedos de su mano. A pesar de esto, el joven tunecino se preparó como electroinstalador y sería quien haría las instalaciones eléctricas en la nueva iglesia que estaban construyendo en la parroquia Santa Lucía. Con el pasar del tiempo, Chtourou se casó y formó familia, pero la capacidad reducida de su vivienda les impedía vivir ampliamente. Tras una corta convalecencia de Pozuelo y la ayuda que la familia de Mongi le ofreció, Pozuelo pensó que podría compartir, con todos ellos, su vivienda en Colonia. Y a partir de ahí, el Padre Manuel se convirtió en el nuevo miembro de esa familia en pleno crecimiento. Para tal decisión controvertida por demás, el Padre conversó con el Obispo Luther, quien a su propuesta de recibir en su casa a esta familia, le respondió: “nadie se ocupa de familias numerosas, ni de familias extranjeras (…) si los acoges has hecho una obra de caridad”. Y sin escuchar más opiniones en contra de ese nuevo paso, hasta el último día de su vida, compartió con las Chtourou bajo el mismo techo.
Las cinco hijas de Chtourou
El matrimonio entre Mongi y Edia fue bendecido con cinco hijas: Inés, Aida, Nadia, Gihen y Yasmin. Pero, la vida las apartaría de su padre en poco tiempo, pues atravesaba una enfermedad terminal. Tras seis años de lucha contra el cáncer muere Mongi Chtourou, hace ya 22 años. En la actualidad Nadia vive en Canadá donde obtuvo su máster en Arquitectura de interiores. Gihen es Ingeniera Aeronáutica y trabaja en Berlín. Inés obtuvo una maestría en administración de empresas. Yasmín cursa en tercer año de derecho en Bochum y Aída es arquitecta, ella trabaja como Arquitecta del Cantón de Basilea. Edia continuó acompañando al Padre en sus convalecencias hasta su último día. Pozuelo a pesar de sus quebrantos de salud y su edad fue un hombre abierto, receptivo, dado y fraterno.
La fe en la Iglesia
Para nadie es un secreto que los escándalos, que han sacudido a la iglesia católica en los últimos años, ha generado lejanía en los feligreses. El Padre Pozuelo opinó que con tiempo y paciencia se pudiera recuperar la fe en la iglesia como institución. Al indagar sobre este tema respondió para Carta a los Padres: “Yo no veo ningún camino directo para contrarrestar eso, yo en lo personal lo veo fatal y horroroso (…) después de esto habrá una transformación, pero la fe se mantendrá”. Además, agregó “que no solo es conocer las historias de las víctimas que merecen respeto y justicia, sino también conocer las historias de quienes quieren usar esta situación para extorsionar a miembros de la Iglesia Católica, abogados que se lucran con estos casos y quieren llevar ante la justicia a cualquiera con tal de recibir dinero. Persecuciones que están provocando finales irreversibles a casusa de la presión sufrida por unos cuantos individuos”.
Consejos a la feligresía.
Al finalizar la entrevista, el Padre Pozuelo quiso dejar un mensaje para todos los lectores de Carta a los Padres: “pide por mí que yo pediré por ti”, aludiendo a las palabras del Papa Francisco, que en cada intervención exhorta a pedir por él. Pozuelo consideraba que era la mejor manera de ayudarse unos a otros, mediante la oración. Así mismo, Pozuelo consideraba que la fe sustancial basada en el credo nos hace reflexionar acerca de nuestras creencias. Se preguntaba así mismo y se respondía: “el credo que aprendí desde pequeño sigue siendo el mismo credo: ““Creo en Dios padre todopoderoso”, ahí está la respuesta, yo creo en Jesucristo y eso hay mucha gente que lo mantiene”. También quiso recomendar a todos los católicos: “Hablen de tú a tú con Dios, no solo usen las oraciones clásicas, sean espontáneos en su relación con Dios (…) es como hablar con su mejor amigo, así podemos tener el contacto directo que es más interior a nosotros mismos (…) Santa Teresa lo usa continuamente, se le ve hablando con Dios de los temas más sencillos hasta los más complicados, sin buscarse lenguaje pragmático”.
En Carta a los Padres nos sentimos honrados por haber compartido una agradable conversación (la que sería su última entrevista) con el hombre más sencillo y fraterno que hemos podido entrevistar, hasta ahora. El acto del sepelio se realizó con profunda emotividad, cantos en varios idiomas, versos, poemas y melodías que transportaron a los presentes a los memorables momentos de su vida en el sacerdocio. La homilía de despedida contó con la participaron varios sacerdotes de la Arquidiócesis de Colonia y sus alrededores, su familia, el Coro de la Iglesia de Santa Bárbara y muchas personas venidas de distintos lugares dispuestos a acompañarle a su última morada. A Dios elevamos nuestras plegarias por el eterno descanso de su alma.
Nardi Guerrero.
Periodista.
[1] Pozuelo definió como “acoramborajes del destino” a las cosas que le sucedieron en su vida que no buscó y aunque inesperadas, también las disfrutó.