Desde varios lugares de Alemania, siete almas misioneras y migrantes emprendimos un viaje a Estados Unidos de América que dejaría muchas marcas más que el cansancio y el jetlag. Nuestros nombres: Ángela, Rocío, Elda, Guillermo, Joaquín, Javier y Mateo (yo), que aun residiendo en distintas ciudades como Hannover, Hamburgo, Marburgo, Colonia, Vallendar y Berlín, fuimos invitados por el Instituto Fe y Vida para formarnos e inflamarnos de espíritu misionero desde el amor, pensando en nuestros hermanos hispanohablantes que viven en Alemania. En otras palabras, el Señor nos llamó a ser antorchas de fe.

El sábado 21 de junio, con poco o nada de sueño, llegamos al aeropuerto O’Hare, justo en la antesala del 29° Programa Nacional de Liderazgo (PNL) del Instituto Fe y Vida. Mientras, Ángela se preparaba en Florida para viajar al día siguiente para unirse al grupo. A eso de las cuatro de la tarde, cargados con nuestras maletas y bajo un calor sofocante, comenzamos nuestro trayecto hacia la ciudad de Chicago. Al llegar, nos impresionó su hermosa arquitectura, testimonio de la armonía posible entre la modernidad y la tradición.
Al día siguiente, mientras los ya instalados en la Lewis University saboreábamos un espléndido desayuno mexicano —para especial deleite de Elda—, Ángela volaba desde la Florida, de modo que el grupo quedaría completo a tiempo para participar juntos en el PNL . En horas de la tarde, cada uno recibió una carpeta con todos los contenidos impresos del respectivo programa/capacitación en la que nos habíamos inscrito previamente, una credencial para identificarse en la universidad y la llave de su cuarto. Desde ese momento se hizo evidente el esmero y la eficacia con que fue preparado todo el simposio. Seguidamente, se inauguró el encuentro con una dinámica rompehielos y unas palabras de parte de los organizadores en las que se puso de manifiesto no sólo la precariedad de los migrantes en EE.UU., sino también su valentía y su profundo amor por Cristo —tema que nos acompañó y conmovió durante todo el encuentro—, pues se reconoció el esfuerzo de todos por llegar hasta Romeoville, a pesar de los posibles problemas con las autoridades migratorias. Finalmente, coronamos el día alabando al Señor en la celebración de la sagrada Eucaristía.
El resto de la semana estuvo regida por un programa intenso y nutritivo para mente y alma. De lunes a jueves comenzamos el día comunitario a las 6:45 con la santa misa, continuando con el desayuno, que fue el inicio del viernes y del sábado, para empezar nuestras respectivas formaciones a las 8:30. Elda, Ángela, Guillermo, Javier y yo participamos en el Simposio para liderazgo juvenil integral en su vigésima novena edición, que estrenaba un programa revisado. Durante estos días aprendimos el modelo de liderazgo para grupos juveniles titulado “Profetas de Esperanza”. Este modelo interesantísimo logra conectar los objetivos pastorales de formación en la fe con la realidad y el ser del joven en todas sus facetas, manteniendo en el centro a Jesucristo. La formación se hizo poniendo en práctica el modelo: a través de pequeñas comunidades (grupos). En ellas trabajamos, intensa e interactivamente, el conocimiento transmitido con notable entrega y amor por los profesores y asesores.

Por otro lado, Rocío participó en el seminario “Herencia y Respeto”; que busca, en un trabajo conjunto con padres e hijos entre los 16 a 17 años, crear caminos para que esta etapa tan crítica no sea de ruptura entre Iglesia, tradición y juventud, sino un tiempo de sanación. Por último Joaquín recibió la formación para “Asesores de Pastoral con Adolescentes”, programa enfocado a formar agentes que asesoren y orienten a los líderes de las comunidades para desarrollar una pastoral que responda al crecimiento personal y al proceso de fe de los adolescentes.

Después del intenso día de aprendizaje, cada día también estuvo marcado por el sentido comunitario y espiritual. El lunes nos llenamos de amor a través de la adoración de Jesús Eucaristía. El martes, con la organización de la comunidad de Elda, nos divertimos haciendo deporte y compitiendo en un torneo de Volleyball, que lo ganó la comunidad de Guillermo. El miércoles mostramos nuestras dotes artísticas, moderados por mi comunidad, en un muy divertido show de talentos, tras el cual pudimos deleitarnos en una taquería cercana. El jueves salimos a Chicago, con la guía de la comunidad de Javier, día en el cual probamos la famosa pizza de la ciudad. El viernes celebramos el vigésimo aniversario de la Biblia Católica para Jóvenes (BCJ), del Instituto Fe y Vida, con una cena de gala, finalizada con un concierto de reconocidos artistas católicos que culminó con una hora santa acompañada por la mejor música. El sábado finalizamos el PNL con una Eucaristía, donde nos dieron la bendición y el envío de los misioneros, para después en el almuerzo despedirnos de las maravillosas personas que conocimos. Ese día nos despedimos también de Ángela que volvió a la Florida.

Finalmente el domingo 29 de junio dimos los últimos paseos por Chicago y probamos el típico perro caliente de la ciudad, para finalmente embarcar de vuelta a Alemania, donde con los corazones llenos de amor por Cristo, por el migrante y por el Evangelio, continuamos con nuestra vocación como antorchas de fe.
*********************************************************************************************************
El Señor nos enseña que un árbol debe de ser juzgado por sus frutos. Siguiendo la analogía creo también que los retoños son un gran indicador del árbol mismo. Por ello me gustaría compartir aquí también un poco el testimonio de dos participantes, Ángela y Elda.
Ángela describe su experiencia en el PNL como una vivencia profundamente transformadora en su caminar de fe. De entre lo vivido lo que más la marcó fue el encuentro con los otros jóvenes migrantes en contextos diferentes a su historia como extranjera en Alemania. Dentro de ello lo más impactante fueron las muestras de fe, alegría y esperanza de los jóvenes líderes en medio de la adversidad, lo que recalca el valor y el significado de la iglesia universal como “una familia que camina unida”. Como ya estos apuntes indican fue la convivencia con otros migrantes una fuente de esperanza, agradecimiento, sensibilización y motivación para ella. Yendo hacia la parte más académica el simposio le ayudó a Ángela dándole herramientas concretas para la pastoral y lo más importante: una nueva mirada enfocada en la escucha, el acompañamiento desde la empatía fortalecida a través de la percepción de la realidad desde los ojos de los participantes y en el crear comunidad preocupándose especialmente por los que están más la periferia dentro del grupo. Sin mucha sorpresa, la joven colombiana le gustaría volver a participar del PNL tal vez en otro seminario o como asesora, pues quedó firmemente convencida del tesoro que es, un lugar donde la formación intelectual va de la mano con el encuentro vivo con Dios.
Elda por su parte también tuvo una experiencia muy positiva. Para ella lo más enriquecedor fue el encuentro constante con Jesús en la Eucaristía diaria y “el ambiente de amor fraterno que se respiraba entre todos los participantes”, donde se sentía al Espíritu Santo obrando constantemente. Igualmente el encuentro con los jóvenes migrantes en otros países fue muy nutritivo, pues le ayudó a ver que a pesar de las diferencias en las realidad, los desafíos en las vivencias de fe sí son similares. Fue una prueba que la labor en la pastoral juvenil migrante no es una isla aparte, sino que somos muchos los que nos apasiona y somos movidos por el Espíritu Santo desde todos los rincones del mundo. El simposio le ayudó a Elda en un punto primordial: apreciar el valor del liderazgo compartido en la pastoral juvenil como herramienta esencial para “reconocer a los jóvenes como protagonistas de su propio camino de fe”. Adicionalmente fue revelador redescubrir la pastoral como actividades o eventos regulares, sino como un oasis de formación para la corazón, mente y espíritu en saberse hijos amados de Dios para poder ser testigos del amor más grande. Elda también le encantaría volver a participar, pues “es una experiencia que no solo forma, sino que transforma”.
Ambos testimonios atestiguan la maravilla que fue el PNL para todos nosotros. Para mí lo más destacable fue la preciosa unión y armonía entre una formación sería, bien fundamentada y una experiencia del amor incondicional de Jesús en una preciosísima semana. Espero que estas palabras aquí escritas logren comunicar nuestro agradecimiento por esta experiencia y sean proféticas del fuego transformador que fue encendido en el PNL para nuestra pastoral en Alemania. ¡Qué viva Cristo Rey y su Paz les acompañe!
Mateo Ordóñez
Líder juvenil Comunidad de Berlín
* Agradecemos a Víctor Camarena, al Instituto Fe y Vida, y a Ángela, Rocío, Elda, Guillermo, Joaquín, Javier y Mateo por la cesión de las imágenes que han sido publicadas en este artículo.-






